El escándalo Volkswagen está traspasando fronteras, hasta tal punto que, según “Las interioridades del asunto Volkswagen”, un estudio publicado por la Ecole de Guerre Economique (EGE) de París, este duro golpe a uno de los principales productores de coches alemanes parece haber sido concebido por Estados Unidos para fortalecer su posición económica y política frente a la Unión Europea.
Según dicho informe, el escándalo mediático sobre los mecanismos utilizados para el trucaje de los vehículos no ha tenido en cuenta la dimensión estratégica de este feo asunto. De hecho, la investigación se ha limitado únicamente a los modelos diésel y no a los gasolina, modelos que representan el 53.6 % de los vehículos europeos y sólo representan un 5 % de los vehículos en Estados Unidos. Parece, por tanto claramente una estrategia realizada para atacar una ventaja tecnológica propia de la industria europea.
De hecho, según este informe, las empresas estadounidenses que se encargaron de destapar este escándalo en 2015 (la International Council on Clean Transportation o ICCT y el Center for Alternative Fuels Engines and Emissions o CAFEE), han sido un simple instrumento en manos de la industria automovilística americana.
Este estudio francés también se encarga de citar un estudio de la OCDE de 2014 muy interesante. Según parece, dicho estudio demuestra que durante los últimos 17 años se ha utilizado la justicia de los Estados Unidos para mejorar los intereses de su propia economía. Para ello, la mitad de las sanciones por corrupción llevadas a cabo desde Estados Unidos se han realizado para castigar a la competencia. De hecho, de las 10 multas más elevadas que han impuesto, 7 iban destinadas a empresas no americanas.
Otro ejemplo claro de esta tendencia es la cuantía que se impone según quién sea multado. Así, General Motors, compañía estadounidense, obtuvo en septiembre de 2015 una multa de 900 millones de dólares. Muy alejada de los 1200 millones de dólares de sanción que recibió la japonesa Toyota en 2014 o de los 20.000 millones de dólares que se reclaman a Volkswagen. No olvidemos tampoco que la sanción que recibió Toyota se dio en un momento muy adecuado, justo cuando arrebataba el título a General Motors como primera compañía mundial en el sector del motor. Y ahora, la sanción que recibe Volkswagen, coincide con un momento clave de la compañía, que había comenzado a invertir en el mercado estadounidense y a obtener importantes incrementos en sus ventas en modelos diésel dentro de este mercado (un 33 % entre 2012 y 2013).
No hay que perder de vista tampoco el momento en el que el escándalo comenzó a abrirse camino: justo al día siguiente de la apertura del salón del automóvil de Frankfurt, lo que permitió que los ejecutivos de la marca sufrieran un asedio directo e ininterrumpido por parte de la prensa.
Además, el escándalo Volkswagen también ha resultado muy ventajoso políticamente a los EEUU por dos motivos: colocar a la UE como mucho más laxa en lo que respecta a las normas ambientales y sanitarias, lo que es precisamente a la contra, y evitar que se continúen acumulando reproches contra la oposición de EEUU al progreso ambiental global a dos meses de la Conferencia de París en relación al cambio climático.
No es de extrañar que este informe provenga de tierras francesas, ya que los franceses tienen una dilatada experiencia con la justicia de EEUU y su manera de usarla. Por citar un ejemplo se puede hablar del caso Perrier en los años 90, empresa francesa de agua mineral que por aquel entonces se encontraba en un proceso de expansión dentro de territorio estadounidense. Fue justo en ese momento cuando EEUU esgrimió todo el peso de su justicia sobre ellos para penalizarles y obligarles a retirar miles de botellas de su producto del mercado americano por haber obviado en la etiqueta el uso de gas no natural en la elaboración del producto. Esto supuso un duro golpe para Perrier, que perdió el 25 % de su mercado en uno de sus mejores momentos.
